Apicultura. Las otras habitantes del valle
Texto y fotos: Vanesa S. Cortés.
“Si las abejas desaparecieran al hombre le quedarían pocos años”, algunos entomólogos dicen que tan sólo cuatro. Esta frase, que fue atribuida erróneamente a Albert Einstein, alarma sobre una situación que comienza a producirse en muchos lugares del mundo. Las abejas son un pilar de nuestro ecosistema y biodiversidad, sin ellas no hay polinización y sin polinización, el 80% de las plantas y árboles que dependen de ello para reproducirse desaparecerían. Los animales herbívoros que se alimentan de éstos también se extinguirían. Y el hombre es uno de ellos.
En los últimos años las comunidades apícolas han sufrido un gran declive, y aunque los expertos no conocen la razón exacta señalan a los productos químicos utilizados en el campo y a las invasiones de otras especies, como la avispa africana, como algunos de los motivos. La explotación industrial de las abejas, lejos de favorecer la función medioambiental de este insecto, va en detrimento de ella. Mover las colmenas, alimentar a las abejas con azúcares como fructosa o glucosa y otros productos de forma artificial hace más complicada la situación. De la explotación apícola se puede obtener numerosos productos que se utilizan desde hace incluso 9000 años. La miel, el propóleo y la jalea real tienen numerosas cualidades beneficiosas para la salud; la cera es utilizada para tratamiento de madera, para hacer jabón o para procesos de estampación de telas como el batik de Indonesia, entre otras cosas.
En nuestra comarca esta producción se centra en la miel, y como predominan las flores aromáticas, el almendro y el naranjo, los tipos que se obtienen son la Miel de Azahar, la Miel Mil Flores y la Miel de Almendro. Muchos apicultores de la comarca son socios de la cooperativa Mieles de Granada, con base en Lanjarón, y que ostenta un sello de denominación de origen con el mismo nombre.
Sin embargo, la producción industrial de miel requiere que se trasladen las colmenas por cada floración, extraer la miel o “castrar” cada pocos meses, y esto causa estrés a las abejas y merma la salud de las colmenas.
Hablamos con Noemí Pezuela, ingeniera agrónoma, que nos explica el ciclo natural de una colmena. Comienza en primavera, cuando la reina pone huevos para multiplicar el número de abejas que trabajarán durante este periodo de floración. Una abeja reina es fecundada una vez en los 5 años de vida que puede llegar a alcanzar. Para ello, la reina se desplaza lejos de su colmena donde realiza la “curva de vuelo” que atrae a los zánganos, y sólo el que llegue hasta ella será el que la fecunde.
La primavera es el periodo del año en el que más huevos pone la reina, de este proceso saldrán las futuras abejas y también las reinas. No se conoce el método que utilizan para comunicarse. Sin embargo, sí está demostrado que la reina ordena al resto del enjambre utilizando feromonas y que una vez las obreras sienten que esa reina está débil debido a su edad, las otras abejas “casi por iniciativa propia alimentarán a las larvas para convertirlas en reina”, apunta Daniel Bravo, técnico medioambiental. Cuando nace la larva las abejas la alimentan con jalea real durante tres días, si este proceso se alarga a más días esas larvas se convertirán en futuras reinas. Tampoco se sabe la composición exacta de la jalea real. Noemí señala que “la abeja es uno de los animales que han sido objeto de más estudios a lo largo de la historia de la ganadería y sin embargo es de los que más se desconoce”.
Una colmena no puede pasar más de 20 días sin reina y sólo una de las candidatas será coronada y podrá quedarse con la colmena. Es una lucha a muerte, y únicamente si la vieja reina es la contrincante, se llevará un enjambre con ella. A este momento se le denomina enjambrazón.
En una explotación sostenible no se extrae la miel de las colmenas más de dos veces al año, y la última será a mediados o finales de verano, siempre teniendo en cuenta las reservas que tengan para el invierno. De esta forma, se da tiempo al enjambre a continuar buscando polen con el que producir la miel que les servirá para mantenerse en la época fría del año, cuando no hay floración. En ese periodo la población desciende drásticamente. Según Daniel Bravo, técnico medioambiental, esto es porque la reina deja de poner huevos y las abejas sólo sobreviven unos 2 o 3 meses.
Daniel y Noemí, son dos de los miembros de 9 Reinas, que forma parte de la Cooperativa La Hortiga. Consiguen miel de los tipos Mil Flores y Azahar, que reparten entre los socios de dicho grupo. Esta miel es ecológica, y lo que la diferencia de la industrial es básicamente la no utilización de productos químicos, así como que el lugar donde se encuentra no está sometido a tratamientos no biológicos. Según Daniel “si una colmena está fuerte, las propias abejas se encargarán de limpiarla, incluso podrán hacer frente a los ataques de diferentes parásitos y hongos que las atacan”.
En la sierra de Restábal, Marcos cuida de sus colmenas desde niño. Para separar los panales y comprobar el estado de las mismas utiliza la misma castradera de hierro que ya utilizaba su abuelo, con quien aprendió. “Lo que más me gusta es cuidarlas, partir los panales, verlas, a mí eso me ha gustado toda la vida, como las tenía mi abuelo, y luego mi padre, yo siempre he estado con ellas”. La opinión de Daniel sobre la explotación de abejas de Marcos y su mujer Dolores es que es muy sostenible. Este matrimonio sólo extrae una vez al año la miel y no mueven las colmenas, debido también al coste que esto supone.
Cuando una colmena es trasladada de lugar, a un mínimo de tres kilómetros para no confundirlas, las abejas exploradoras realizan una inspección del terreno y establecerán “coordenadas”. Cómo se comunican las abejas, por qué los campos electromagnéticos son tan importantes en el desarrollo de las mismas que incluso determinan la situación donde algunos de los apicultores sitúan la colmena, son algunos de los misterios que apasionan a los encargados de 9 Reinas y también a Dolores. Esta vecina de Restábal señala que “le gusta cómo se relacionan, cómo trabajan y se organizan en equipo”.
Una colmena es un ente en sí mismo, “son matriarcales por la reina, pero el individuo es la colmena” dice Noemí. Es un sistema en el que el individuo solo no funciona. Una abeja al nacer y tras pasar a la fase de imago, alimenta a las otras larvas, tan pronto como puede volar, podrá recolectar polen, construir celdas, guardar la colmena, limpiarla, entre otras funciones. Además, según esta apicultora, esta organización ha sido objeto de estudio para ser trasladado a la sociedad. La organización del trabajo en el que se antepone el bien común frente a cualquier circunstancia es un hecho diferenciador de estos insectos frente a muchas otras especies, incluso la humana.
El hombre es el principal causante de los peligros que ahora acechan a la naturaleza. Tenemos que añadir a los citados anteriormente, la construcción en zonas de campo y la importación de otras especies. “Si no hay abejas no hay polinización, el polen no llega al cáliz y no sale el fruto” resume Noemí. Algunas asociaciones de agricultores de Castilla-León, aúnan esfuerzos e incentivan la labor del apicultor, asimismo existen muchas ayudas de las PAC al respecto para promover este trabajo, cursos formativos gratuitos, etc. En algunos casos estos esfuerzos institucionales tienen éxito como en Güéjar Sierra, donde a partir de un taller de empleo han nacido dos empresas de mujeres que venden miel ecológica.
Pero estas iniciativas no siempre funcionan. Como dice Albán, hijo de Marcos y Dolores, este trabajo es sacrificado y vivir de ello es muy difícil. El motivo es el bajo precio que se paga por la miel: un kilo de miel se paga a 3 euros en la cooperativa de Lanjarón”, afirma Marcos. Sin embargo, Daniel apunta que si el apicultor es capaz de comercializar su propia miel, en canales más cortos, se puede sacar mayor rendimiento de la explotación apícola.
En la zona de la costa tropical este sector es una salida laboral ya que se hace miel de aguacate, que es bastante demandada y también favorece la futura cosecha de este fruto. Noemí incluso se plantea montar su propia empresa apícola, según ella, por “muchas ayudas e incentivos que se den al sector tiene que haber espíritu emprendedor” y aunque es alérgica a las picaduras, disfruta cuidando de las abejas, “llegas a sentir cierta empatía”. Y además tanto ella como los otros apicultores son conscientes de los peligros que se ciernen sobre este pequeño insecto y el impacto que tendría su desaparición.
Cuando Marcos, Daniel y Noemí van a las colmenas, las tratan con suma atención, no hacen movimientos ni sonidos bruscos, manipulan los panales lentamente… hasta encontrar ese equilibrio y armonía necesarios para el cuidado de las abejas y con ello, de todo el planeta.
Cuando Marcos, Daniel y Noemí van a las colmenas, las tratan con suma atención, no hacen movimientos ni sonidos bruscos, manipulan los panales lentamente… hasta encontrar ese equilibrio y armonía necesarios para el cuidado de las abejas y con ello, de todo el planeta.
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