Texto: Nahúm Méndez (geólogo)
El río Dúrcal al atardecer. Foto: Luis Chacón |
Una de las cosas que más me llamó la atención es el increíble contraste que había entre el valle, con su suave pendiente y los abanicos aluviales que ribetean el contacto entre la sierra y el valle, y el brutal encajamiento que había sufrido el rio Dúrcal sobre el valle e incluso sobre los materiales de la sierra.
Pero aunque su encajamiento pueda parecer antiguo, en realidad, al menos en términos geológicos, es bastante reciente. Desde hace 1.000.000 de años aproximadamente y hasta hace unos 400.000 años, podríamos imaginar parte del valle de Lecrín como una zona lacustre de cierta profundidad, alimentada de las aguas y sedimentos aportados por los distintos torrentes que bajaban por la ladera de Sierra Nevada.
Y uno de los ríos que más agua y sedimentos aportaban, sin duda, era el río Dúrcal, pero es en este momento (hace 400.000 años) cuando un cambio en el nivel de base del rio y que seguramente estuviese ligada a factores geológicos (conociendo este nivel podemos saber si un río esta encajándose o no) provoca que empiece una fuerte erosión, llevándose su aporte de agua y sedimentos y haciendo que esta zona lacustre pasase a ser una zona encharcada de escasa profundidad y que hoy es la turbera del Padul, de la que más adelante hablaremos.
El nivel y volumen de sedimentos se observa a los lados del río. Foto: Luis Chacón |
1 comentario:
Hola, me gusta la geología. Muy interesante tu entrada. Lastima no haberte conocido antes, cuando vivía en Monachil. Felicidades.
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