Texto : Lidia Álvarez/ Fotos: Viasur
Lo primero que se encontró fue
un gran patio central, la parte más importante de la casa, y en torno al cual
se agrupaban cuatro alas o bloques. Este diseño estaba basado en el modelo
morisco, muy común en nuestra conocida Alhambra. Se encontraron también seis
tinajas, enterradas o semienterradas, lo que hizo sospechar a Juan de la
relación que había entre la casa y el molino adyacente. Al parecer, la
distribución de la casa (sobre todo de la planta baja) estaba enfocada a su uso
de cara al público: las dos habitaciones ubicadas a cada lado de la entrada
principal eran usadas básicamente para trabajar y recibir gente durante la
época de cosecha, cuando los vecinos venían a prensar y refinar su recolección
de aceituna al molino, que estaba trabajando noche y día. A cambio, daban una
parte de ese aceite como pago, que era almacenada en la bodega de la casa, en
esas enormes tinajas, que por cierto tenían 200 años de antigüedad.
Al adentrarse un poco más, se
descubrió un suelo de roble elevado, aunque muy deteriorado, en la estancia que
en su día fue sala de estar y comedor (con la chimenea). Este suelo fue en la
época muy poco común y exclusivo, así como lo era la forma que había en el
marco de alguna de las puertas, que recordaba a la estrella de 8 puntas símbolo
de Andalucía.
Al fondo del todo estaba el
jardín, en un estado penoso por la falta de atención. Contenía éste un número
interesante de árboles: un laurel, naranjos, limoneros, una higuera y un
limero. Pero sin duda el más interesante era un árbol indígena cuyo fruto es la
azofaifa, y que está presente también en muchos de los cármenes del Albayzín.
Cada pequeño detalle que
encontraban daba a entender a Juan que sus propietarios habían sido gente
importante y de mucho dinero, pero ¿quiénes podían ser? Su curiosidad iba en
aumento, y tras muchas investigaciones descubrió que tanto la casa como el
molino se construyeron a mediados del S.XVIII, coincidiendo con la unión de la
familia Espada y la familia Saez-Diente. La primera, oriunda de Avilés
(Asturias), tenía vínculos con la corona francesa, de ahí que en su escudo
aparezcan las tres flores de Lys (con el permiso del monarca francés como
resultado por el apoyo en la guerra de Flandes) y tres espadas. La familia
Saez-Diente era de Restábal - Melegís y tenía tierras y propiedades por todo el
Valle de Lecrín, extendiéndose hacia el Sur y Este de la casa. Todas estas
propiedades y su negocio se basaban en la producción del aceite de oliva. Más
adelante, a principios del S.XX, los lazos de la familia se extendieron a la familia
Orbe, también muy importante en el Valle. Esta familia era la propietaria de la
casa adyacente y de todas las tierras hacia el Norte y el Oeste. El miembro más
destacado fue D.Juan José Bonel y Orbe, Cardenal de Toledo y confesor de la
Reina Isabel II. Él encargó construir la Iglesia.
Juan comprendió entonces la
corazonada que tuvo al ver la casa por primera vez y puso más empeño aún en su
restauración, intentado aprovechar todos los elementos que ya había en la casa,
como las columnas de hierro del patio central, o el enrejado de sus puertas; y
a la vez utilizando materiales de gran valor y calidad, como los suelos de barro (el más caro del país), o
las puertas y mobiliario de roble, que se buscó por toda España.
Tras ocho meses de duro e
intenso trabajo de rehabilitación, Juan por fin tuvo el regalo perfecto para su
mujer.
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