Texto y fotos: Vanesa Sánchez
Cuando muchos caminos seguían siendo de tierra, cuando los hombres se trasladaban gracias a sus bestias y las labores agrarias se hacían a mano, el esparto era uno de los materiales imprescindibles. Desde las maromas, las cuerdas con las que se amarraban los barcos, a las espuertas, donde se transportaban los productos de la huerta. En Motril, las cañas de azúcar se ataban con las cuerdas de esparto también. Además de las ropas para animales, numerosos objetos domésticos eran fabricados de esta forma artesanal.
Entre las décadas de los 30 a los 60 el esparto supuso un medio de subsistencia para muchas familias en el Valle de Lecrín. Desde la recolección a la transformación de la planta muchos habitantes encontraban en él un medio de vida.
Salvador es el responsable del taller de esparto que la Asociación Almósita organiza desde hace dos años en la Biblioteca de Dúrcal. Otros tres maestros esparteros imparten clases para que esta tradición no se pierda, porque cuando el comercio del azúcar de Motril decayó, cuando las máquinas vinieron a usurpar el trabajo de los labriegos de la comarca, muchos tuvieron que emigrar y de esta forma fue desapareciendo esta tradición artesanal.
La recolección de la planta se realiza en Agosto. Este es el primer paso que maestros y alumnos llevan a cabo juntos. Para ello se valen de un pequeño palo redondeado en el que se enrolla, con una vuelta, un manojo de esparto y tiran hasta arrancarlo. Cuando tienen un puñado utilizan unas cuantas varas de la misma planta para atarlo. Según Salvador, este trabajo había que hacerse en ocasiones de forma furtiva las noches de luna llena, pues muchos artesanos que no disponían de terrenos tenían que ir a fincas privadas a por la materia prima de su producción.
La propia recolección era la forma de ganarse la vida de muchos otros. Paco, uno de los maestros del taller de Almósita, nos contó que se contrataban cuadrillas de 6 o 7 personas que durante 40 días recogerían la planta. La cantidad recogida al día debía ser de 4 o 5 fanegas (el equivalente a unos 220 y 275 metros cúbicos) y por este trabajo cobraban como mucho unas 30 pesetas.
Tras la recogida se debe secar durante unos 15 o 20 días, después se mete en agua durante unos “20 días y eso le hace más fuerte, cocer el esparto que se llama, en agua corriente, esto se hacía en las albercas que había por aquí” comenta Salvador, y después se volvía a secar y se machacaba con una maquinaria, como la que Almósita tiene; se sacaba la fibra y en ese momento se fortalecía el material, como señala Salvador “era como peinar el esparto”. Con este proceso se conseguía tal resistencia que se utilizaba para producir las maromas que se venderían después en la costa granadina.
Todo terminó con la introducción del nylon y de otras fibras que se producían de una forma más rápida y menos costosa. “El esparto es muy laborioso, a partir de la introducción del plástico el esparto quedó relegado a una forma de artesanía” dice Salvador.
A esos talleres acude gente de todas las edades, algunos de los trabajos realizados por antiguos alumnos de estos cursos han superado a sus maestros según dice Salvador. Él aprendió por necesidad según dice, a los 6 años, pero también porque estaba por todas partes: “hasta los 17 años el esparto fue mi vida, el esparto se trabajaba en las calles y aprendías de los mayores”, posteriormente se especializó en el hilado, trabajando el material de una forma más industrial. Según el profesor, el esparto y los molinos de aceite y de harina constituían las principales fuentes de ingresos de los habitantes del Valle de Lecrín. Además, el cable que unía el Valle de Lecrín a Motril favorecía el comercio de estos productos.
A partir de los 60 que comienza a industrializarse la agricultura y otras labores del campo, muchos trabajadores de la tierra, y por tanto del esparto, tuvieron que emigrar, como Salvador, a buscar fortuna a Alemania y Francia principalmente. Juan, el vicepresidente de la Asociación Almósita, señala que se han intentado aportar otras soluciones a esta planta. Una de ellas es la producción de papel, al tener celulosa, era posible sin embargo el coste de su producción, sobretodo de la mano de obra, no hizo viable esta opción.
Además de apoyar y promover iniciativas, transmiten de generación a generación antiguas tradiciones artesanales o formas de vida, la Asociación Almósita, optó por este curso porque el esparto es un material que es renovable, como dice su vicepresidente “esta era una industria que no dejaba residuos, el único residuo que quedaba tras rastrillar era la estopa que se utilizaba también como estropajo”. Salvador apunta que “ahora con el petróleo se hacen infinidad de objetos, de una forma más barata, pero también implica la destrucción del medioambiente, de nuestro entorno, la industria ha terminado con formas de vida sostenibles”.
El taller de esparto de Almósita dio comienzo el pasado 20 de septiembre. . En él sus alumnos aprenderán a trenzarlo para fabricar capazos, espuertas.... Si desea asistir a estos talleres les invitamos a solicitar más información en la Biblioteca Municipal de Dúrcal.Consulte nuestra agenda
1 comentario:
Buenas tardes, podrías poner fotografías de los palos de madera que usaban para arrancar el esparto. Gracias ;)
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