Texto: Salvador Mora
El efecto placebo se define como
una mejoría que experimenta el paciente cuando se le administra una sustancia
sin efecto terapéutico.
Si la causa de la mejoría no está
en la sustancia administrada, tiene que estar por fuerza en el propio paciente,
con lo cual podríamos considerar el efecto placebo como algo que pone en marcha
los mecanismos de autocuración del paciente.
Entonces, ¿por qué esos mecanismos
no se ponen en marcha sin ese estímulo?
En definitiva, el efecto placebo
pone de manifiesto lo poco que sabemos de nosotros mismos.
¿No sería interesante que el efecto
placebo ocurriera constantemente en nosotros sin la necesidad del engaño de una
pildorita azul rellena de nada?
Como no nos conocemos lo
suficiente, nuestras fuerzas de autocuración no nos son accesibles, y solamente
podemos alcanzarlas en parte a través de un truco, un sucedáneo. Una vez más,
anestesiamos la ignorancia con fe, en lugar de combatirla con conocimiento.
La acción de los medicamentos está
sobrevalorada: popularmente se le suele atribuir a la sustancia todo el mérito
de la mejoría del paciente, pero esto no es real. El efecto placebo funciona
siempre, no solo en los medicamentos “de mentira”. Por tanto, la acción
terapéutica de un medicamento, es en parte producto del medicamento en sí, y en
parte también placebo.
Para que el efecto placebo
funcione, el paciente no puede saber que se trata de un engaño. De ser así, no
funcionaría. Además, el efecto placebo no solo se produce con la administración
de sustancias, sino también con cualquier otro tipo de terapia. Lo único que
hace falta es que el paciente tenga la creencia de que la terapia funciona.
CREENCIA, ahí está la clave.
Cualquier terapeuta que tenga cierta experiencia trabajando con emociones, sabe
que el sistema de creencias de un paciente juega un papel crucial sobre su
salud, para bien y para mal. Sin embargo, en la medicina occidental se le
presta una atención mínima a este fenómeno. Reducimos todo el potencial humano
de modelar su existencia a través de sus creencias, a dos tristes anécdotas:
efecto placebo en la versión positiva, y fenómenos psicosomáticos en la
negativa.
Ilustración de Luis Chacón |
Las grandes multinacionales
farmacéuticas se esfuerzan por encontrar compuestos que sean más eficaces que
el efecto placebo, pero pocos se interesan porque las fuerzas que pone en
marcha el famoso efecto estén a nuestro alcance. ¿Quizás porque esas fuerzas no
son patentables?
Pero no echemos toda la culpa a las
multinacionales o la economía de mercado. Todos juntos, como sociedad, hemos
preferido las pastillitas, un medio externo que se ocupe de nuestra salud
porque nosotros elegimos dejarnos llevar por la inercia de no mirar hacia
dentro, de no intentar conocernos ni entendernos. Si lo hiciéramos,
descubriríamos que somos seres mucho más capaces de lo que imaginamos.
Hemos creado una sociedad tan
basada en la dependencia, que nos mantiene en una psicología infantil incapaces
de explorar nuestros propios potenciales.
Quejarnos de que las cosas estén
como están, es tremendamente desgastante y poco práctico. Como alternativa, te
propongo un ejercicio más interesante y productivo:
En un lugar donde nadie te moleste,
colocate en cualquier postura que sea cómoda. Cierra los ojos, repite
mentalmente: “mi boca se llena de saliva líquida, como el agua”. Toma una o dos
respiraciones profundas, de forma relajada, sin forzar, y siente cómo esa
saliva se produce realmente en tu boca. Entonces repite mentalmente: “Elijo
desterrar todas las creencias que me puedan estar bloqueando o dañando a mí, o
alguna de mis partes. Elijo poner en marcha todos los mecanismos que beneficien
mi salud, y la de todas mis partes”. Abre lentamente los ojos, y permítete
sentir la alegría de haber fomentado en ti una transformación positiva.
He formulado esas frases como
ejemplo en base a mi experiencia, pero puedes formular las tuyas propias, y de
hecho recomiendo que lo hagas. Lo importante es que tomes conciencia de que en
cada momento eliges. Destierra las creencias negativas y elige las positivas.
Es una herramienta terapéutica universal, ¡y es gratis!.
Salvador Mora es fisioterapeuta, kinesiólogo y acupuntor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario