Texto e ilustración: Luis Chacón/ Fotos: María Pimientos
Alimentarse consiste en satisfacer las necesidades básicas del cuerpo humano de agua y comida. Cada cultura se adueña de esta necesidad a su manera, dando lugar a la multitud de gastronomías que podemos disfrutar hoy en día. En los últimos años, la curiosidad de las personas por ampliar sus experiencias culinarias ha dado lugar a un acercamiento entre las comidas de los diferentes lugares del mundo, y no es difícil tener la posibilidad de comer en restaurantes que nos ofrecen una amplia variedad del arte culinario.
Convertir en semejante placer gustativo algo vital como la comida es un reto que no tiene límites. Y es en esta búsqueda sensorial donde surgen ideas tan innovadoras como la de Atalayi. Las cenas a ciegas que organiza el último sábado de cada mes, son todo un desafío tanto para el gusto como para el resto de los sentidos. En ellas, los comensales se sientan a la mesa con los ojos vendados, y sólo este trocito de tela hace de la experiencia algo no sólo delicioso.
Convertir en semejante placer gustativo algo vital como la comida es un reto que no tiene límites. Y es en esta búsqueda sensorial donde surgen ideas tan innovadoras como la de Atalayi. Las cenas a ciegas que organiza el último sábado de cada mes, son todo un desafío tanto para el gusto como para el resto de los sentidos. En ellas, los comensales se sientan a la mesa con los ojos vendados, y sólo este trocito de tela hace de la experiencia algo no sólo delicioso.
La primera sorpresa es el menú, pues en las cenas a ciegas los comensales no eligen la comida. El equipo de cocina tiene la oportunidad de conquistarnos con platos de su elección, lo cual añade cierta intriga a la situación. La bebida, por otro lado, jugará un papel importante a la hora de saborear el banquete, por ello dejarse aconsejar sobre un vino que acompañe adecuadamente parece la mejor opción.
Sin duda, tras los primeros minutos de habituarse a la oscuridad, el olfato sorprende regalando información sobre lo que se avecina en los platos. Los matices olfativos que somos entonces capaces de detectar no dejan a nadie indiferente. Se perciben nervios e impaciencia, y la saliva empieza a prepararnos para lo que será un buen festín.
Y tras el olfato, toca romper la barrera del tacto y meter los dedos en el plato. Las texturas nos hacen cuestionarnos qué hay en concreto en la mesa, si bien con el olfato se intuye qué tipo de sabores nos aguardan. Es muy extraño ver las reacciones de asombro ante el tacto de la comida cocinada, pues comer con las manos en nuestra cultura sólo se considera adecuado para ciertos alimentos. Es fácil superar el desconcierto y simplemente recoger el alimento con los dedos para llevarlo a la boca.
Sin duda, tras los primeros minutos de habituarse a la oscuridad, el olfato sorprende regalando información sobre lo que se avecina en los platos. Los matices olfativos que somos entonces capaces de detectar no dejan a nadie indiferente. Se perciben nervios e impaciencia, y la saliva empieza a prepararnos para lo que será un buen festín.
Y tras el olfato, toca romper la barrera del tacto y meter los dedos en el plato. Las texturas nos hacen cuestionarnos qué hay en concreto en la mesa, si bien con el olfato se intuye qué tipo de sabores nos aguardan. Es muy extraño ver las reacciones de asombro ante el tacto de la comida cocinada, pues comer con las manos en nuestra cultura sólo se considera adecuado para ciertos alimentos. Es fácil superar el desconcierto y simplemente recoger el alimento con los dedos para llevarlo a la boca.
Es entonces cuando se hace palpable de manera exagerada el desarrollo de los sentidos a ciegas. La lengua da mucha más información sobre el alimento que saborea, y los comensales toman su tiempo para apreciar cada matiz gustativo. La memoria va contando, como si de una historia se tratase, qué se mastica, con qué especias habrá sido aderezado, qué salsa es la que acompaña... Mientras lentamente se van vaciando los platos.
Los comentarios amenizan la velada manifestando el disfrute, hay gemidos de sorpresa y deducciones en voz alta. La gente dirige la cabeza al hablarse, olvidando que el resto de comensales tampoco pueden ver, y el equipo del restaurante se siente satisfecho al estar acercando esta experiencia a nuevos curiosos gastronómicos.
Sin duda, es una velada que merece la pena experimentar. Y ahora gracias a Atalayi, de una manera asequible y cercana. Las cenas a ciegas suponen un nuevo giro a la gastronomía que no dejará indiferente a aquellos que se deleitan con el buen arte culinario, una cena para disfrutar con los cuatro sentidos.
Atalayi. Precio: 15€.
Camino de Dúrcal, 25. Nigüelas
Teléfono de contacto: 619 15 01 54
Sin duda, es una velada que merece la pena experimentar. Y ahora gracias a Atalayi, de una manera asequible y cercana. Las cenas a ciegas suponen un nuevo giro a la gastronomía que no dejará indiferente a aquellos que se deleitan con el buen arte culinario, una cena para disfrutar con los cuatro sentidos.
Atalayi. Precio: 15€.
Camino de Dúrcal, 25. Nigüelas
Teléfono de contacto: 619 15 01 54
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